Rusia llevaba tiempo detrás de la idea, y ahora lo ha conseguido gracias al deshielo provocado por el cambio climático: un buque cargado de gas natural licuado ha completado la primera travesía comercial sin rompehielos entre el norte de Rusia y Corea a través del estrecho de Bering.
El océano más desprotegido del planeta lo es hoy más aún si cabe. Esta nueva ‘hazaña’ abre camino a las prospecciones de petróleo, la pesca industrial y los accidentes marítimos, poniendo en grave peligro un ecosistema único.
La situación en el Ártico no tiene precedentes. Las últimas semanas se han registrado temperaturas más bajas en zonas de Europa que en el Ártico. Pero la cuestión no es que aquí haga demasiado frío, sino que la temperatura del aire en el Polo Norte es inusualmente alta, incluso por encima de los cero grados.
Este ha sido el mes de febrero con menos hielo marino en el Ártico desde que se tienen registros, una advertencia de lo que está por venir y ya está llegando. Y a pesar de evidencias como ésta, el pasado mes de noviembre conocíamos la triste noticia de que el presidente Trump había dado luz verde a nuevas operaciones de extracción de petróleo en sus aguas árticas.
En condiciones tan remotas y peligrosas, es cuestión de tiempo que algún accidente termine en un vertido de petróleo que podría destruir el medio de vida de millones de personas en Alaska. Por no hablar del devastador impacto que abrir pozos en alta mar tiene sobre la fauna del Ártico y su clima, que afecta a todo el planeta.
Más de ocho millones de personas ya se han unido al movimiento global para salvar el Ártico. Esta frágil zona es vital para la salud del planeta y desde Greenpeace seguiremos resistiendo ante aquellos líderes que la ponen en peligro por obtener beneficios económicos.
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