Hoy hemos acampado donde nunca nadie antes lo ha hecho: una isla en la Antártida donde no hay registros de que alguien haya dormido aquí alguna vez. Nunca pensé que en pleno siglo XXI fuera posible ser la primera persona en acampar en alguna parte del planeta.
Ahora entiendo al astronauta Neil Armstrong cuando pisó la Luna por primera vez y dijo aquello de “es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Pero lo que yo me pregunto, desde mi desconocimiento, es: “¿No estamos molestando a los pingüinos?”.
Eso es precisamente lo que el equipo científico de esta expedición de Greenpeace está estudiando: todo indica que la población de pingüinos que habita aquí se ha reducido a la mitad en las últimas décadas debido al cambio climático. O más.
Piensa que es como si en poco tiempo la población de tu ciudad se redujera a la mitad. Eso es lo que les hemos hecho a estos pingüinos. Miro a los juveniles de pingüinos y pienso que, por culpa de nuestra especie, muchos están condenados a no llegar a adultos. No realizarán sus rituales de apareamiento ni acariciarán a sus crías con el pico.
Estoy aquí, frente a los pingüinos que me miran con curiosidad. No lo saben, pero mi especie es responsable de que su clima cambie a pasos agigantados. Algunas regiones de la Antártida se están calentando tres veces más rápido que otras partes de la Tierra. De hecho, hace poco se ha registrado el día más cálido de su historia: 17.5°C.
La Antártida es un importante barómetro de cómo el cambio climático está afectando a nuestro planeta, y por eso esta es la última parada de la expedición de polo a polo de Greenpace.
Los científicos de la expedición que viajan a bordo del Esperanza tienen una misión: contar pingüinos. Los cuentan manualmente y con la ayuda de drones. Todo se fotografía y se pasa a los ordenadores para ser más precisos. Por la noche, los ayudamos a contar los pingüinos que faltan. He hecho muchas cosas extrañas en mi vida, pero creo que contar pingüinos en una isla de la Antártida acaba de pasar al primer puesto. Después de cenar, contamos 268 pingüinos juanito (papúa), la otra especie que habita en la isla. Tres veces, para asegurarnos de que las cuentas son exactas.
La Antártida es un desierto helado lleno de vida que debería estar más allá del alcance del impacto del ser humano, pero no hay ningún lugar en este planeta que esté fuera del alcance de nuestra fuerza destructiva. Necesitamos proteger los océanos de amenazas como el cambio climático, la contaminación por plásticos o la pesca industrial.
Elian Brum es periodista en El País y está a bordo del Esperanza en la Antártida.